CrƩdito: Andriy Yatsykiv / UA NYC
Su visión del mundo nunca fue un secreto ā y Ucrania estĆ” pagando los platos rotos por los lĆderes que le dieron la espalda
Ā«The History Channel estĆ” transmitiendo en directo.Ā» El presentador norteamericano que hizo esa broma quiso decir que los hechos que se producen actualmente en Ucrania serĆ”n recordados durante muchas dĆ©cadas, y que las futuras generaciones de escolares serĆ”n llamadas a memorizar la fecha del 24 de febrero de 2022. Pero la frase tambiĆ©n es cierta en otro sentido mĆ”s sombrĆo, porque esta es una guerra nefastamente retro. ĀæTropas rusas cruzando una frontera internacional, acercĆ”ndose a una capital europea? ĀæFamilias refugiadas en estaciones de metro, niƱos separados de sus padres, civiles vistiendo uniformes y pasĆ”ndose rifles, jurando luchar hasta la muerte por su patria? ĀæUna invasión real de un paĆs europeo por otro? Tales imĆ”genes tienen hoy un color que les es ajeno: deberĆan estar en blanco y negro granulado.
Es que se suponĆa que Europa habĆa dejado atrĆ”s eventos asĆ en la dĆ©cada de 1940 ā en que el bombardeo nazi de Kiev comenzó a las 4 de la maƱana un dĆa de 1941, como las 5 de la maƱana que escogió Putin el jueves ā o ya entrados en el siglo XX, cuando los tanques soviĆ©ticos entraron en Budapest en 1956 o en Praga en 1968. Pero no, la historia ha vuelto, poniĆ©ndonos a elegir otra vez algo que creĆamos ya decidido hace mucho tiempo.
Los lĆderes de los dos paĆses enzarzados hoy en desigual combate establecieron la elección de la manera mĆ”s cruda posible. Putin habló dos veces y su primer discurso ha sido ampliamente calificado como divagante e incoherente, pero no por eso menos escalofriante. Entre sus dos apariciones, Putin expuso una justificación para la invasión que, naturalmente, estaba basada en mentiras. Afirmó que MoscĆŗ tenĆa que invadir para salvar a ciudadanos rusoparlantes del este de Ucrania de una amenaza genocida que no existe. Que va a rescatar a Ucrania de un gobierno de āneonazisā ā forma extraƱa de describir a un paĆs cuyo presidente y ex primer ministro son judĆos, ademĆ”s de demócratas.
Obviamente, debajo de tan espuria defensa yace la cosmovisión de Putin. Su objeción no es ā como dirĆan los defensores occidentales de Putin que gritan desde la extrema derecha y la extrema izquierda ā simplemente a la expansión de la OTAN, sino algo mĆ”s fundamental: Putin argumentó en su discurso que Ucrania no es un paĆs, lo que implica que, de todos los estados nacidos del colapso de la Unión SoviĆ©tica, solo uno es real y legĆtimo: el suyo. Todos los demĆ”s son creaciones frĆvolas, cuyo derecho a existir era confuso y sujeto a la voluntad del propio Putin, incluso por la fuerza de las armas si fuera necesario. TomĆ”ndolo por lo que dice y hace, Putin se cree con derecho a redibujar el mapa de Europa, y a hacerlo con sangre.
No mucho despuĆ©s, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy tambiĆ©n se dirigió al pueblo de Rusia hablĆ”ndole en ruso. Fue un discurso para la historia, uno que merece ser leĆdo ahora y mucho despuĆ©s de que termine esta crisis. Porque no solo defendió la causa de su pueblo: āMuchos de ustedes tienen parientes en Ucrania. Ustedes conocen nuestro carĆ”cter, nuestros principios, las cosas que nos importan.ā No solo defendió la oposición a toda guerra: āLa gente pierde a sus seres queridos y se pierde a sĆ misma.ā EspecĆficamente, estableció tambiĆ©n el principio que estĆ” en juego: āEl derecho internacional, las leyes que confieren el derecho a determinar el futuro propio.ā
Esta, entonces, es la elección. ¿Queremos vivir en el mundo descrito por Zelenskiy, donde los estados democrÔticos estÔn protegidos por un sistema internacional de reglas, por defectuoso e inconsistente que pueda ser? ¿O queremos vivir en el mundo de Putin, regido por la ley de la selva donde el único derecho es la fuerza?
Creemos saber de qué lado estamos. Queremos estar con aquellos niños de ojos llorosos, aferrÔndose a sus libros para colorear mientras se echan a dormir en una estación del metro de Kiev. Decimos que estamos con ellos y contra Putin y su guerra de agresión.
Pero Āæes asĆ en realidad? Porque Putin nunca mantuvo en secreto su visión del mundo. Por el contrario; pasó al acto por lo menos tres veces en los Ćŗltimos 15 aƱos, y cada vez pagó un precio mĆ”s bajo. Se apoderó de una parte de Georgia en 2008 y de otra de Ucrania en 2014, por no hablar de su decisión de hacer suya la guerra asesina del rĆ©gimen de Assad contra el pueblo sirio un aƱo despuĆ©s. Puede que nosotros nos hayamos olvidado de todo eso ā el disidente ruso Garry Kasparov lamenta la āamnesia de Occidenteāā pero Putin no. Vio claramente que Occidente saludó su anexión de Crimea encogiĆ©ndose de hombros, y que solo cuatro aƱos despuĆ©s Rusia ya era la alegre anfitriona del Mundial de fĆŗtbol. Los ucranianos no estaban reforzando sus defensas antiaĆ©reas para protegerse contra este momento. No hubo ningĆŗn congelamiento de activos para los oligarcas de Londongrado [nombre despectivo para los millonarios rusos que viven en Londres. N. del trad.]. Putin entendió la seƱal: tenĆa luz verde.
ĀæY quĆ© queremos hacer para detenerle ahora, en que ya se estĆ” metiendo en la casa de su vecino? Las Ćŗltimas rondas de sanciones económicas no le paralizan ā no cuando MoscĆŗ tiene amigos, empezando por China, dispuestos a amortiguarle el golpe. Incluso si estas medidas fueran mĆ”s fuertes, tampoco hay garantĆa de que funcionen: tanto Bashar al-Assad como el rĆ©gimen de TeherĆ”n han enfrentado sanciones durante aƱos y todavĆa estĆ”n de pie; su comportamiento apenas ha cambiado. El problema es obvio: a Putin no le importa si su pueblo sufre. Ćl vale por el inconveniente que le pueda suponer a sus amigos oligarcas, y vale por las vidas militares rusas que pierda. Para Ć©l, conquistar Ucrania ā y asĆ eliminar de un plumazo el ejemplo de un vecino democrĆ”tico que muestra a los rusos que es posible tener una vida diferente a la suya ā vale la pena.
Pero si castigar a Putin económicamente no sirve, enfrentarlo militarmente no es plausible ni aceptable. El dictador ruso se ha esforzadioo por recordar a Occidente que el suyo es un āestado nuclear poderosoā. Los analistas dicen que Putin no ve la capacidad nuclear de Rusia como una teorĆa, sino como parte de su estrategia militar. Nadie querrĆa pelearse con un hombre asĆ, sobre todo porque parece cada vez mĆ”s irracional e inestable. Las opciones aparentemente mĆ”s modestas, como imponer una zona de exclusión aĆ©rea sobre Ucrania, se topan con los mismos problemas: harĆa que la OTAN entrase en guerra con Rusia.
Podemos esperar un golpe palaciego contra el zar. Podemos enviar nuestra solidaridad y admiración a aquellos manifestantes contra la guerra rusos lo suficientemente valientes como para tomar las calles, con la esperanza de que de alguna manera puedan derrocar al autócrata que arruina tantas vidas. Pero estos no son mĆ”s que deseos. La perspectiva mĆ”s sombrĆa es que Putin ha entendido algo sobre el siglo XXI que pocos de nosotros queremos aceptar: que esta es una era de impunidad, especialmente para aquellos que tienen un arsenal vasto y letal y ninguna vergüenza.
Eso es lo que estĆ” en juego en este momento. Beijing lo entiende: si Rusia puede pillar Ucrania, Āæpor quĆ© China no puede llevarse TaiwĆ”n? Kseniia tambiĆ©n lo entiende: es una joven residente de Kiev que, tras pasar una noche en una estación de metro, dijo a la BBC: āSomos como un escudo para Europa y para el mundo. Luchamos por la libertad del mundo.ā Tiene razón y, sin embargo, ella y su paĆs se han quedado terriblemente solos.
āā
ArtĆculo deĀ Jonathan Freedland
Publicado / actualizado en The Guardian el sÔbado, 26 de febrero de 2022
Traducido del inglĆ©s por Alejandro TellerĆa-Torres
Enlace al artĆculo original:Ā https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/feb/25/putin-west-gave-him-green-light-russia-ukraine