[por Simon Kuper — Financial Times, jueves 26 de julio de 2018]
Ahora es difícil recordarlo, pero hasta hace muy poco muchos creían que el Brexit iniciaría una estampida fuera de la UE.
Después de la votación británica, los políticos eurófobos Marine Le Pen y Geert Wilders planearon replicar el resultado en Francia y Países Bajos.
En octubre de 2016, el diario británico Daily Express vociferó: «Europa está en problemas, ya que en todo el continente los países se preparan a celebrar sus propios referendos sobre la pertenencia al superestado.»
Luego llegó Donald Trump para llevar a los fanáticos ‘Brexiters’ hacia su glorioso futuro del libre comercio. Justo antes de asumir el cargo, Trump le aseguró a Michael Gove — miembro del gabinete y conocido Brexiter — en una entrevista: «Soy un gran admirador de Reino Unido. Vamos a trabajar arduamente para lograr que [un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Reino Unido] se haga rápidamente y de forma adecuada.»
Solo en febrero pasado Matteo Salvini, líder de la ultraderechista Liga Norte italiana, comparó a la UE con «el Titanic a punto de hundirse». Cuando Salvini ayudó a formar un gobierno euroescéptico esta primavera, algunos esperaban que llegara a intentar hundirle el barco a la UE. Sin embargo, desde entonces el riesgo casi ha desaparecido.
Eso se debe en gran parte a que ahora sabemos una cosa sobre el Brexit: será un fracaso, en el sentido de que empeorará la vida de los británicos.
El Brexit ha salvado a la Unión Europea. La mayoría de las veces, el Brexit parecería ser la peor comedia británica de todos los tiempos: un personaje principal robótico lucha contra un pareja de excéntricos, se ven interminables discusiones burocráticas y la trama casi no desarrolla temas en ninguna dirección.
Sin embargo, este mes, algo finalmente sucedió: el gabinete británico reunido en Chequers — la casa de campo de la primera ministra Theresa May — abandonó el «Brexit duro», la fantasía (o el «sueño», como lo definía Boris Johnson) de que Reino Unido abandonaría alegremente todas las instituciones europeas y volaría por todo el mundo firmando fantásticos acuerdos comerciales.
Después de la decisión del gabinete, varios miembros de la cúpula del Partido Conservador renunciaron. Sin embargo, ni siquiera tienen mayoría dentro de su partido para revivir el Brexit, especialmente ahora que su fantástico socio comercial cruzando el charco acaba de iniciar una guerra comercial a escala global.
Eso deja a Reino Unido con tres opciones: 1. «Brexit suave», lo que significa pagar a la UE y obedecer casi todas sus reglas, aceptando lo que Johnson llama «el estado colonial», y renunciando a firmar acuerdos comerciales unilaterales. 2. Brexit sin acuerdos: salir a la fuerza de la UE para terminar haciendo colas en fronteras, cortando rutas aéreas comerciales, la RAF (fuerza aérea) entregando alimentos y medicinas, etc. 3. Renunciar al Brexit.
Cualquier opción lleva al país al mismo resultado final: la humillación británica. Los Brexiters culparán a May y a la UE, los que quieren permanecer en Europa culparán al Brexit, pero ambos estarán de acuerdo en que se trata de una humillación en toda regla.
Teniendo esto en cuenta, realmente hay que amar el tipo de soberanía que los países tenían hace 200 años (o considerarse fuera de la economía, lo que probablemente significa ya estar jubilado) para seguir apoyando el Brexit.
La mayoría de los europeos se aburrieron del Brexit hace ya mucho tiempo, pero — gracias en parte al dominio anglófono de la esfera pública europea — son vagamente conscientes de que los planificadores de este entuerto británico están con la soga al cuello.

La farsa sigue su viaje por el continente de una manera distinta a la que viajaría si saliera de Alemania, que sigue siendo una misteriosa caja negra para la mayoría de los europeos: mientras cubría el Mundial, hasta noté que Борис Джонсон (Boris Johnson) era tendencia en el Twitter ruso.
Y el fracaso del Brexit sigue una tendencia: en 2015, el gobierno de Syriza en Grecia intentó renegociar su relación con la UE y hasta irse de ella, y también falló. Hoy, Syriza es un gobierno dócil a favor de la UE. El nuevo gobierno de Italia ya dejó de hablar sobre abandonar la UE o la zona euro, asustado por los picos en los rendimientos de los bonos italianos en la primavera de este año. En Francia, Le Pen dice ahora: «Podemos mejorar la vida cotidiana de los franceses sin dejar ni Europa ni el euro». Al explicar su cambio de opinión, admite: «Hemos escuchado a los franceses».
Y no solo a los franceses: el apoyo a la UE en todo el continente está en su punto más alto desde 1983, según la encuesta de la Comisión Europea realizada a 27,601 personas en abril. El Brexit ha convertido a muchos jóvenes británicos en eurófilos fanáticos de una manera nunca vista en Reino Unido. La UE también se ha hecho con el enemigo externo perfecto: Trump es aún menos popular en Europa que en su propio país, por lo que cuando llama a la UE un «enemigo» contribuye a unir más a los europeos.
Silenciosamente, el populismo está quitando la salida de la UE de su oferta. Todavía tendrán suficientes temas de qué hablar. O quizá solo se vuelvan más desagradables: Salvini ahora habla sin parar sobre los inmigrantes, y Vladimir Putin ya reemplaza al Brexit como último motivo de geopolítica populista.
Sin embargo, el Brexit puede persuadir a muchos electores de que lo que más gusta a los populistas es hacer eslógans. El voto por el Brexit fue en parte un intento de revivir las cotas emocionales que Inglaterra tenía en la II Guerra Mundial. A su debido tiempo, entonces, el Brexit probablemente terminará recreando el mismo desinteresado rescate que Europa continental le facilitó en tiempos de guerra, solo que esta vez en clave de farsa.
Johnson pasará a la historia como un héroe europeo: el hombre que salvó a la UE cuando más peligraba su existencia. Se requería de un sacrificio para enterrar todo el asunto de irse de Europa, y Reino Unido dio el paso adelante. Te guste o no la UE, los británicos han demostrado que no puedes abandonarla. Para bien o para mal, la UE ahora parece tan inevitable como el capitalismo.