
THE INDEPENDENT — MIÉRCOLES, 25 DE JULIO 2018
Editorial: Porqué Reino Unido necesita un referéndum sobre el acuerdo del Brexit
The Independent hoy lanza una campaña para que los británicos recuperen el derecho a decir la última palabra sobre el Brexit. Pase lo que pase en los próximos meses, mantendremos nuestro compromiso con nuestros lectores para conservar el equilibrio y presentar muchos puntos de vista diferentes. Pero sobre este tema creemos que un referéndum sobre el acuerdo final es lo correcto. Lo hacemos por tres razones.
Primero, en medio del caos de los últimos meses, una cosa se ha vuelto cada vez más clara: el enfoque de Theresa May — y de hecho el caos en el parlamento — no está funcionando. Simplemente no estamos ni siquiera cerca de resolver tantos asuntos importantes, que son prioritarios para la población. La enormidad de la tarea, las contradicciones en los dos partidos principales y las feroces divisiones en sus filas han llevado a nuestro parlamento al límite, hasta el punto en que nos acercamos cada vez más al callejón sin salida de un Brexit «accidental», como ha reconocido el ministro Jeremy Hunt recientemente, sin un acuerdo.
En segundo lugar, la soberanía recae en las personas: las personas deben tener la oportunidad de terminar lo que comenzaron, hacer una pausa y considerar si todavía quieren seguir adelante con el curso del Brexit en el que estamos, al igual que lo harían con cualquier otra decisión importante en su vida.
Tercero, mientras surgen preguntas sobre la validez de otro referéndum, ¿debería llegarse al resultado al que se comprometieron a llegar originalmente? — sabemos ahora más que en 2016, en medio de campañas tan imperfectas en ambos lados. Ignorar estas deficiencias, y seguir llevándolas adelante a pesar de todo, es un problema mucho más grande para la democracia. Enfrentados con la actual agitación en nuestra política, y con los peligros que se avecinan en el futuro, seguramente no será democrático negarle a la gente la oportunidad de expresar su opinión otra vez.
También existe la posibilidad de que un nuevo referéndum proporcione una forma de curación para una nación dividida, el cierre indiscutible que todos anhelamos. La claridad puede surgir. Por lo menos, podría tranquilizar al lado «perdedor», cualquiera que sea, que el país tuvo la oportunidad de expresar su opinión sobre el acuerdo final resultante, en lugar de basarse en el principio original y opaco de salir de la UE.
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No tenemos que buscar por mucho tiempo para encontrar ejemplos de fallos en el proceso actual. El parlamento está estancado. Tal es el desafío de lograr algo que la semana pasada Theresa May solo logró superar el último intento de rebelión recurriendo a un tipo de trampa — el infame escándalo de «parejas de votos» — que dejó a sus propios parlamentarios avergonzados.
Después del receso de verano largo que se acerca, habrá más divisiones a punta de cuchillo en los Comunes y más enmiendas a la legislación. Algunos sin duda disfrutarán del mismo tipo de politiquería: habrá votos estrictos, ocurrirán accidentes, los principales jefes de bancada podrán cometer «errores honestos» sobre los arreglos para los miembros del parlamento con licencia de maternidad. Habrá más dimisiones ministeriales, más crisis del liderazgo conservador, más amenazas, más confusión, más vaguedades, más incertidumbre.
Esto no pinta bien.
Se ha ofrecido al Parlamento un «voto significativo» sobre el acuerdo final, una concesión exigida por el hábil trabajo del ex fiscal general Dominic Grieve. Sin embargo, los sucesos recientes sugieren que el gobierno carece de un compromiso verdadero y honorable con el proceso parlamentario.
Además, el «voto significativo» puede no terminar en un resultado significativo, porque el parlamento parece no poder decidir, yendo de aquí para allá, dependiendo del lastre cambiante de la disidencia en el Partido Conservador, la intriga de los jefes de bancada y la pura casualidad.
Por su parte, los ‘Brexiteers’ más duros no ocultan su deseo de mantener la «vista puesta en el premio»: el Brexit final. No se ven afectados por «salir por las malas» de la UE sin un acuerdo, si no se ha alcanzado ninguno antes del 29 de marzo; de hecho, algunos recibirían con agrado el más duro de todos los Brexits. Por lo tanto, tienen todos los incentivos para confundir, prevaricar y retrasar. El caos les va bien. Permitirían que la gente del Reino Unido pague los platos rotos: una gran interrupción económica, un posible regreso a los problemas en Irlanda del Norte y, según algunos, un estado de emergencia, siempre que les permita alcanzar su propio objetivo.
El pueblo británico decidió seguir el curso del referéndum de 2016; por lo tanto, como ahora buscamos una decisión sobre si nos gustaría o no el acuerdo acordado con la UE (suponiendo que haya uno), es natural que esas mismas personas tengan la palabra final.
De hecho, dada la magnitud de la decisión, sería esencial que el pueblo británico tenga el último derecho de aprobación, incluso si el gabinete y el parlamento proporcionaran el liderazgo que necesitamos, lo cual no están haciendo.
Moral, e incluso emocionalmente, también se necesita un referéndum para ayudar a curar las heridas de los últimos dos años. El referéndum de 2016 fue muy deficiente. Las dos campañas para la salida de Europa (Vote Leave y Leave.eu) han sido censuradas por la Comisión Electoral, con personas denunciadas ante la policía. Podría argumentarse, por otro lado, que la mayor indignación democrática asociada con el referéndum de 2016 fue la decisión de David Cameron de enviar un folleto oficial a cada hogar recomendando un voto de permanencia, pagado por el contribuyente a un costo de alrededor de £9 millones.
Una elección general, algunos argumentan, especialmente en los círculos laborales, sería otra forma de lidiar con este impasse. Sin embargo, las elecciones generales deciden muchos asuntos, y el tema europeo obviamente cruza tantas líneas partidarias que podríamos terminar con un gobierno «accidental» si, por ejemplo, Ukip quita los votos a los conservadores para dar paso a los laboristas, el SNP escocés y los Liberal-Demócratas, o si Ukip tiene acogida en las zonas que fueron históricamente del Partido Laborista termine empujando a Jeremy Corbyn hacia atrás.
Entonces, ¿cómo debería funcionar el referéndum? ¿Qué debería preguntarse en la papeleta? ¿Qué sistema de votación debería usarse? Todos estos son asuntos importantes, y volveremos a ellos en las próximas semanas. Por supuesto, la cuestión planteada al público en un referéndum significativo dependería de si se llega a un acuerdo entre la UE y el Reino Unido en ese momento. Si no hay un acuerdo en la oferta, la papeleta sería simple: una opción entre salir de la UE sin ningún acuerdo o permanecer en la UE. Si hay un acuerdo propuesto, debería haber tres opciones en la boleta, expresadas en alguna variedad de sistema de votación preferencial: aceptar el acuerdo y abandonar la UE, abandonar la UE sin un acuerdo, o permanecer en la UE. La cuestión del sistema de votación debe esperar otro día. Una lección importante podría ser explícitamente hacer el referéndum vinculante; eso agregaría un aire formal de finalidad al episodio.
El referéndum final del acuerdo sería relativamente fácil de organizar, en comparación con otras dificultades futuras. Si se necesita una extensión del período del Artículo 50 para facilitarlo, que así sea. ¿Qué son unos pocos meses en comparación con la eternidad venidera?
El autor Robert Harris planteó el caso de un referéndum final de manera diferente en un tweet reciente: «Sospecho fuertemente que habrá un segundo referéndum, no por ninguna razón noble, sino porque los parlamentarios desearán desesperadamente devolver a sus padres — los electores — a un bebé que grita, defeca y vomita, para que decidan qué hacer con él.»
Como cambiar los pañales a un bebé, el proceso de un referéndum de acuerdo final será desordenado, pero necesario. Y mucho, mucho mejor que la alternativa.
Nuestros políticos no se han cubierto de gloria desde el referéndum de 2016. Es hora de dejar que el pueblo recupere el control.


